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CONFESIONES DE UN ESCRITOR...

En la presentación de mi novela “El Colgante”, hace ya casi un mes, un asistente a ese evento, siempre tan especial y sublime para cualquier escritor, me preguntaba sobre el proceso creativo de mi obra. Qué motivación se había cobijado tras cada línea, qué directriz había guiado cada una de mis pulsaciones sobre el teclado. O, dicho con otras palabras, por qué había escrito lo que había escrito y no otra historia diferente. Así como se interesaba, osada es la curiosidad en ocasiones, por las íntimas motivaciones que, como un sigiloso y tenaz engranaje, mueve los eslabones de la creación literaria.

Pues a colación de lo que respondí y recalqué en aquel acto en el “Centro de Formación de la Gloria” aquella tarde, puedo confesar y confieso, a quien lea estas líneas y se puede sentir vivamente inquieto por un similar interrogante, que, en mi caso, y siendo portavoz sólo de mi mismo, no hubo esquema premeditado en la confección de la intrigante obra.

Reconocí, ante los allí congregados, que tuve una ocurrencia, inspirada levemente en una anécdota pasada y lejana. A partir de ese capítulo inicial, donde revelo aquí que aparece un misterioso colgante, fui concatenando capítulos, enhebrando acontecimientos, hilando ideas que, no por improvisadas, dejaban de ser menos geniales y sorprendentes.

En cierta manera, los personajes que creaba, se me amotinaban, nada más surgidos de mi mente. Ellos me exhortaban por dónde debía de andar y se convertían en hijos rebeldes, con pensamientos autónomos, conversaciones atrevidas y comportamientos inestables e impredecibles. Hasta sádicos, en algún caso.

Como un homicidio no culposo, se puede perpetrar una gran novela, de apasionante trama y desbordante fantasía, de personajes que campan entre la trémula frontera entre el bien y el mal, para el mero deleite y sufrimiento del lector apasionado, sin que su creador tenga un esquema inicial de a dónde va o a dónde se dirige o qué quiere contar.

Así que yo también confieso que no he sido yo, han sido ellos, los que me han arrastrado por senderos enloquecidos que nunca hubiera imaginado. Los que protagonizaban espontáneas y hondas conversaciones. Los que se enamoraban y se desenamoraban, los que mataban a desconocidos, se amedrentaban por el halo de una linterna o soltaban chistes sin gracia. O los que recorrían kilómetros, empujados por una ira que azuzaba en sus venas.

Yo, confieso, que me limitaba a seguir escribiendo, con los ojos perplejos y preso de la misma incertidumbre que el lector o lectora que ahora quiera bogar entre las páginas de “El Colgante”, y se atreva a adentrarse en un mar del que se sabe su comienzo, pero no su fin.

Javier L. Garcia Moreno

Autor de “El Colgante”

www.facebook.com/novelaelcolgante

(Artículo publicado por "La Opinión de Murcia", 15 de junio de 2015)

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